¿Puede una hoja, cuando cae del árbol en invierno, sentirse derrotada por el frió?
El árbol le dice a la hoja: «Este es el ciclo de la vida. Aunque pienses que vas a morir, realmente aún sigues en mi. Gracias a ti estoy vivo, porque puedo respirar. también gracias a ti me siento amado, porque puedo dar sombra al viajero cansado. Tu savia está en mi savia, somos una sola cosa»
¿Puede el hombre que se ha preparado durante años para escalar la montaña más alta del mundo, sentirse derrotado cuando llega a la falda del monte y descubre que la naturaleza lo ha cubierto con una tempestad?
El hombre le dice a la montaña»ahora no me quieres, pero el tiempo cambiará y un día podre subir hasta tu cima. Mientras tanto, sigue ahí esperándome»
¿Puede un joven al ser rechazado por su primer amor, afirmar que el amor no existe?
No hay ni victoria ni derrota en el ciclo de la naturaleza: hay movimiento.
El invierno lucha para reinar soberano, pero al final se ve obligado a aceptar la victoria de la primavera, que trae consigo flores y alegría. El verano quiere prolongar sus días calientes para siempre, pues está convencido de que el calor es beneficioso para la tierra. pero termina aceptando la llegada del otoño para que la tierra descanse. La gacela come hierba y es devorada por el león.
No se trata de quien es más fuerte, sino de cómo Dios nos muestra el ciclo de la muerte y la resurrección.
En este ciclo no hay vencedores ni perdedores: sólo etapas que hay que superar.
Cuando el corazón del ser humano comprende eso, es libre. Acepta sin pesar los momentos difíciles y no se deja engañar por los momentos de gloria.
Ambos van a pasar. Uno sucederá al otro. Y el ciclo continuará hasta liberarnos de la carne y hacer que nos encontremos con la Energía Divina.
Por tanto, cuando el luchador esté en la arena-ya sea por elección propia o porque el insondable destino lo puso allí´- Si mantiene la dignidad y el honor, puede perder la batalla, pero jamás será derrotado, porque su alma estará intacta. y no culpará a nadie de lo que le esta sucediendo. Desde que amó por primera vez y le rechazaron entendió que eso no mató su capacidad de amar. lo que vale para el amor vale también para la guerra.
Perder una batalla, o perder todo lo que pensamos poseer nos entristece. pero cuando pasa ese momento, descubrimos la fuerza desconocida que existe en cada uno de nosotros, la fuerza que nos sorprende y hace que nos respetemos a nosotros mismos.
Miramos a nuestro alrededor y nos decimos- He sobrevivido- y nos alegramos con nuestras palabras.
Sólo los que no reconocen esa fuerza dicen- me han derrotado. Y se entristecen.
Los que se respetan, a pesar del sufrimiento por haber perdido y humillados por la historia que los vencedores cuentan de ellos, se permiten derramar algunas lagrimas, pero nunca sienten pena por si mismos. Saben que el combate sólo se ha interrumpido y que, por el momento, están en desventaja.
Escuchan los latidos de su propio corazón. Notan que están tensos. Que tienen miedo. Hacen balance de su vida y descubren que, pese al terror que sienten, la fe sigue iluminando su alma y empujándoles hacia adelante. Intentan averiguar en qué se equivocaron y en qué acertaron. Aprovechan la caída para descansar, curar las heridas, descubrir nuevas estrategias y prepararse mejor.
Y llega un día que un nuevo combate llama a su puerta. El miedo sigue ahí, pero tienen que actuar, o permanecerán siempre sentados en el suelo. Se levantan y se enfrentan al adversario, recordando el sufrimiento que vivieron y que no quieren volver a vivir.
La derrota que sufrieron les impulsa a vencer esta vez, ya que no quieren sufrir, otra vez, el mismo dolor.
Y si la victoria no llega esta vez, llegará la próxima. Y,si no la próxima, será la siguiente. Lo peor no es caer; es quedarse tirado en el suelo.
Sólo es derrotado el que desiste. Todos los demás saldrán victoriosos.
Y llegará el día en el que los momentos difíciles serán sólo historias que contarán, orgullosos, a aquellos que quieran escuchar. Y todos los oirán con respeto y aprenderán tres cosas importantes.
-A tener paciencia para esperar el momento justo de actuar.
-Sabiduría para no dejar escapar la siguiente oportunidad.
-Y orgullo de las cicatrices.
Las cicatrices son medallas grabadas a fuego y hierro en la carne que asustarán a los enemigos, pues demostrarán que la persona que está enfrente a ellos tiene mucha experiencia en el combate.
Muchas veces, eso los llevará a buscar el diálogo y evitará el conflicto.
Las cicatrices hablan más alto que las hojas de la espada que las causo
El manuscrito encontrado en Acra- paulo Cohelo
Los que se han dado por derrotados, también llevarán en su cuerpo las cicatrices del combate… pero ellos no contarán orgullosos como las consiguieron. No les derrotaron los otros o las circunstancias, se dieron ellos por vencidos… y eso, lo reconozcamos o no, nos avergüenza y por tanto lo silenciamos.
Incluso de esas heridas aprendemos 🙂