El juego del escondite

Jun 4, 2014


Cuentan que una vez se reunieron todos los sentimientos y cualidades del hombre en un lugar de la tierra. Cuando el Aburrimiento ya había bostezado por tercera vez, la Locura, como siempre tan loca, les propuso:
– ¿Jugamos a las escondidas?
La Intriga levantó la ceja y la Curiosidad, sin poder contenerse, preguntó:
– ¿A las escondidas? ¿Y cómo es eso?
– Es un juego – explicó la Locura – en el que yo me tapo la cara y comienzo a contar desde uno hasta un millón, mientras ustedes se esconden. Cuando yo haya terminado de contar, el primero al que encuentre ocupará mi lugar para continuar el juego.

El Entusiasmo bailó secundado por la Euforia. La Alegría dio tantos saltos que terminó por convencer a la Apatía, a la que nunca le interesaba nada. La Soberbia opinó que era un juego muy tonto (en el fondo, lo que le molestaba era que la idea no hubiese sido de ella) y la Cobardía prefirió no arriesgarse.

– Uno… dos… tres… cuatro… – empezó a contar la Locura.
La primera en esconderse fue la Pereza, que, como siempre, se dejó caer tras la primera piedra del camino. La Fe subió hasta los cielos, y la Envidia se escondió tras la sombra del Triunfo, que con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto. La Generosidad casi ni alcanzaba a esconderse, pues cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para algunos de sus amigos. Si era un lago cristalino, ideal para la Belleza. Si era la rendija de un árbol, perfecto para la Timidez. Si era una ráfaga de viento, magnífico para la Libertad. Así terminó por ocultarse en un rayito de sol. El Egoísmo, en cambio, encontró un sitio muy bueno desde el principio, ventilado, cómodo, pero sólo para él. La Mentira se escondió en el fondo de los océanos (mentira, en realidad se escondió detras del arco iris) y la Pasión y el Deseo en el centro de los volcanes. El Olvido no recuerdo donde se escondió, pero eso no es importante.

Cuando la Locura estaba por el 999.999, el Amor aún no había encontrado sitio para esconderse, pues todos estaban ocupados… hasta que divisó una rosa y, enternecido, decidió esconderse entre sus pétalos.

– Un millón – contó la Locura, y comenzó a buscar.
La primera en aparecer fue la Pereza, sólo a tres pasos de una piedra. Después se escuchó a la Fe discutiendo con Dios en el cielo sobre la zoología. Sintió vibrar a la Pasión y al Deseo en el centro de los volcanes. En un descuido encontró a la Envidia y claramente pudo deducir dónde estaba el Triunfo. Al Egoismo ni tuvo que buscarlo, él solito salió disparado de su escondite… que había resultado ser un nido de avispas. De tanto caminar le dio sed, y al acercarse al lago cristalino descubrió a la Belleza. Con la Duda resultó mucho más fácil aún, pues la encontró sentada sobre una cerca sin saber de qué lado esconderse.

Así fue encontrando a todos. Al Talento entre la hierba fresca, a la Angustia en una oscura cueva, a la Mentira detrás del arco iris (mentira, estaba en el fondo de los océanos), y hasta al Olvido, quien ya se había olvidado que estaba jugando a las escondidas. Sólo faltaba el Amor. No aparecía por ningún lado. La Locura buscó detrás de cada árbol, bajó a cada arroyuelo del planeta, subió a las cimas de las montañas…

Cuando estaba a punto de darse por vencida, divisó un rosal, tomó una horquilla y comenzó a mover las ramas. De pronto se escuchó un doloroso grito.
Las espinas habían herido al Amor en sus ojos. La Locura no sabía cómo hacer para disculparse, lloró, imploró, suplicó, rogó, pidió perdón y hasta prometió ser su lazarillo, pues ya el Amor no volveria a ver.
Desde entonces el Amor es ciego y la Locura lo acompaña. 

Autor desconocido
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